Ignora la necesidad de un conocimiento profundo de las causas de accidentalidad vial, mientras persigue justificar la política de presión constante sobre el conductor y olvida a parte de las víctimas
Por Federico Souvirón, portavoz del PP en la Comisión de Seguridad Vial del Congreso de los Diputados.
El Gobierno ha hecho público el Balance de Seguridad Vial del año 2010. Un conglomerado de datos incompleto, para comenzar, e interesado, para terminar. Incompleto porque sólo incluye a las víctimas de accidentes de tráfico habidas en las carreteras españolas durante las veinticuatro horas siguientes a producirse el siniestro, dejando fuera a las que, desgraciadamente, se confirman como tales después en los centros hospitalarios, así como aquellas que sufren las consecuencias de la indeseable violencia vial, en los cascos de las ciudades o en las llamadas travesías urbanas.
Interesado porque persigue la justificación de una política de presión, constante y creciente al conductor más que el conocimiento de las causas últimas de la accidentalidad vial. Una actitud que dificulta la elaboración de una política integral capaz de hacer frente con eficacia al problema de la inseguridad vial, más allá de la frivolidad demostrada al reformar y contrarreformar el Código Penal en lo relativo a los delitos de tráfico en el plazo de dos años, como si una norma de esta trascendencia para la libertad y el patrimonio de las personas fuera una Orden Ministerial, o de la ligereza exhibida al modificar el derecho sancionador administrativo privando al conductor de derechos y garantías que la legislación reconoce al administrado, convirtiendo a los conductores en ciudadanos bajo sospecha, de segunda categoría.
Porque lo que nos viene a decir el Gobierno en su balance, sintetizando pero no simplificando su contenido, es que en cifras absolutas, el número de víctimas mortales de la siniestralidad vial descendió durante los años de su responsabilidad, lo que acredita que la política seguida es la adecuada y que por tanto, siempre por el bien de todos, conviene mantener el rumbo para lo que, aprovechando las fiestas Navideñas y la víspera de los Reyes Magos de Oriente, tuvo el detalle de anunciarnos que seguirá sembrando de radares nuestras carreteras.
O dicho de otra manera: como no tenéis arreglo y sois todos un peligro público con un volante o un manillar en la mano, y no digamos nada de la torpeza con que os conducís como peatones, y dado que aunque lo intentemos no podemos conducir por vosotros, seguiremos con la política del “palo y tentetieso” pero por vuestro bien, ¡eh!, siempre por vuestro bien. Se aceptan agradecimientos.
¿Fomentar la educación vial desde pequeños? ¿Mejorar cada día la formación vial como piden los profesores de las escuelas de conductores? ¿Inspeccionar los centros médicos de conductores para eliminar el intrusismo? ¿Dotar a la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil de los medios personales y materiales necesarios y de la formación que solicitan para mejorar su trabajo como actores principales en la lucha contra la inseguridad vial? ¿Reconocer a los examinadores la importancia de su función y facilitarles los medios necesarios para que puedan realizar su trabajo tan adecuadamente como piden? ¿Tomar consciencia del importante capital humano con que cuenta la DGT en su cuerpo técnico y valorar sus conocimientos en la toma de decisiones y en el diseño de sus políticas? ¿Eliminar los puntos negros de las carreteras españolas? ¿Cumplir el plan comprometido de sustitución de los guardarraíles de doble bionda por los SPM homologados y no agresivos? ¿Mejorar la deficiente señalización de las carreteras españolas? ¿Coordinar políticas con las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos para mejorar las condiciones de las llamadas carreteras convencionales en las que se producen el setenta por ciento del total de víctimas mortales?...¿Para qué tanto esfuerzo? Si retorciendo las estadísticas, que tienen la bondad de no quejarse aunque se las torture, pueden justificar que basta con seguir estrujando el bolsillo de los conductores para que las cosas parezcan que van bien.
Afortunadamente, el número de víctimas mortales y heridos graves por accidentes de tráfico ocurridos en las carreteras españolas ha descendido de forma notable en los últimos años, una espléndida noticia que es síntoma de salud social y expresión de la mejora de la calidad de nuestra convivencia por la que todos, sin duda, nos felicitamos. Pero defender que la buena nueva tiene su origen exclusivamente en la política de intimidación que ha basado, de manera principal, la labor del Gobierno en materia de seguridad vial es simplificar demasiado la realidad.
¿Cómo olvidar que entre los años 2001 y 2008 el parque automovilístico español se renovó en más de un cincuenta por ciento y los nuevos vehículos llegaron dotados de mecanismos y dispositivos de seguridad que dificultan el fallo mecánico y atenúan las consecuencias del accidente? ¿Cómo no recordar el apreciable crecimiento de las vías de alta capacidad proyectadas y puestas en servicio desde el año 2001 y su incidencia innegable en la reducción de accidentes? ¿Cómo ignorar la disminución de la renta familiar, el desempleo o el aumento del precio de la gasolina y su influencia en la reducción de la movilidad y por tanto en la exposición al riesgo? Subrayar los datos que convienen a los intereses de quien los da y esconder los que no interesan es una práctica conocida, pero poco seria y especialmente denunciable cuando se trata de un asunto en el que los españoles nos jugamos tanto.
En fin, nos faltan datos y datos de calidad que nos permitan analizar las causas radicales de la siniestralidad vial, es hora de atacar el origen y no los síntomas de un mal que deja tanta infelicidad en la sociedad española. Prevalece un año más el canto de la cigarra sobre la laboriosidad de la hormiga y eso nos terminará pasando factura. Al final todo está escrito. Todo está en los libros.
Fuente: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/motor/incompleto-e-interesado-asi-balance-seguridad-vial-2010
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